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El Papa Francisco parece haber elegido perfectamente la fecha del Año de la Misericordia. Quienes vivimos en Ecuador, hemos encontrando dificultades estas últimas semanas por el terremoto que sacudió a nuestro país en abril.

Pero, si bien dejó mucho dolor en varias familias, éste trajo consigo oportunidades que no imaginábamos al comienzo del Jubileo. En medio de esta situación, hoy encontramos que una gran cantidad de jóvenes han comenzado a vivir el espíritu de solidaridad y compasión con un entusiasmo inesperado.

 

La tecnología como recurso

Unir los términos adolescentes y tecnología muchas veces es visto como algo negativo. Pero este no fue el caso al enfrentar las secuelas del terremoto. Las redes sociales fueron utilizadas para expandir iniciativas y compartir historias. Campañas como #Giveme5foreEcuador y los conciertos benéficos de Saving Ecuador salieron adelante con la ayuda de cientos de jóvenes que apoyaron esta causa y compartieron su mensaje por todos los medios posibles, que, hoy abarcan un público mucho más amplio e incluso global.

También se utilizó la tecnología para compartir las experiencias de los afectados, lo que despertó un sentimiento de compasión que verdaderamente impulsó a la juventud a entregar su tiempo por nuestros hermanos ecuatorianos que fueron afectados por esta catástrofe.

 

¿Por qué el terremoto ha llamado tanto la atención de los jóvenes?

Si algo caracteriza a los adolescentes, es el deseo de encontrar verdades que puedan verificar. Este escepticismo muchas veces los lleva a despreciar oportunidades de ayuda por no entender verdaderamente las necesidades de los demás, pero en este caso se presentó una realidad que no podía ser ignorada. Con las fotos y videos de testimonios de los afectados, las secuelas del terremoto entregaron la oportunidad perfecta para sensibilizar a la juventud de Ecuador.

No creo que nadie esperaba ver tanto movimiento juvenil. Yo soy adolescente aún y tengo que confesar que no esperaba mucha participación de personas de mi edad, pero en el momento en el que fui por primera vez a un centro de donaciones se hizo evidente que habían tantos ayudando que era difícil encontrar algo qué hacer.

Puede que a veces nos dejemos llevar por nuestro deseo de ver respuestas inmediatas a los problemas, algo que, al tratar con las grandes necesidades del mundo, es imposible. Pero los jóvenes también somos conocidos por nuestra capacidad de apasionarnos y perseverar de manera increíble en las causas que elegimos. Sin duda, este Año de la Misericordia nos ha dado una causa común para unirnos y actuar.

 

Por: Ana Cristina Camacho

 

 

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