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El Papa tiene el mismo estilo que le conocimos quienes hemos tenido el privilegio de haber compartido con él en tierras argentinas, como sacerdote y como obispo.

 

El Papa Francisco llegó nuevamente a tierras sudamericanas. Lo hizo con el mismo estilo que le conocimos quienes hemos tenido el privilegio de haber compartido momentos con él cuando transitaba, en tierras argentinas, como sacerdote, como obispo, pero siempre como Pastor fiel a Jesucristo.

 

Sigue siendo Jorge

Es extraordinario ver que el Papa sigue siendo ese Obispo que tratamos tantas veces, con quien colaboramos y de quien aprendimos qué implica el compromiso de la “nueva evangelización”, con la impronta de una comunicación de persona a persona. Esto llama la atención al mundo y a cada persona, pues la emoción y admiración que siente un presidente al encontrarse con el Papa es la misma que vive el niño que se siente amado por el Papa.

“Lo que nos sigue sorprendiendo es la claridad que tiene en la conducción de los  desafíos que se le presentan.  Y ahora los tiene multiplicados.

Siempre digo que solo hay un par de diferencias de Francisco al Jorge Bergoglio que conocimos. La primera, que está un poco más gordo tal vez, porque extraña las largas caminatas que hacía por Buenos Aires y ahora tiene, tal vez, una manera más ordenada de alimentarse cuando aquí muchas veces se hacía él su cena frugal. La segunda, que está siempre sonriente cuando aquí, si bien tenía mucho sentido del humor, se lo veía casi siempre con cara adusta. Solo cuando caminaba la fila de peregrinos en el Santuario de San Cayetano o cuando se encontraba con los jóvenes en Luján esbozaba una sonrisa. Ahora la sonrisa es plena: “Es el Espíritu Santo”, me dijo hace poco.

Esa alegría quedó plasmada en lo que es el programa que se ha trazado en su misión y es la exhortación ‘Evangelii Gaudium’, que ayuda a entender los temas que el Papa Francisco cree centrales  y que se la puede aplicar en las diócesis, en las parroquias, en cualquier instancia eclesial. 

 

Ocurría lo mismo en Buenos Aires

Siempre el encuentro con el Cardenal Bergoglio era personal, concreto y siempre el saludo final era el mismo, en realidad era un pedido: “Por favor rezá por mí”… Muchas veces, desde marzo de 2013, me pregunto si él sabía que esto era parte de su camino entre nosotros. Si él, como otros hombres y mujeres de Dios, ha tenido alguna visión que le anunció que se preparara para ser el conductor de la barca de la Iglesia y por eso recurría a la oración de quienes se encontraban con él. ¿Sería su pedido de ayuda para asumir semejante responsabilidad, tamaña cruz, impresionante desafío? Solo él tiene la respuesta.

¿Qué podemos decir hoy que ya el mundo no conozca? Casi todo se ha contado, se ha escrito y siempre mueve a sorpresa; pero, al conocerlo lo que nos sigue sorprendiendo es la claridad que tiene en la conducción de los desafíos que se le presentan. Y ahora los tiene multiplicados; en la Argentina también los tenía y su capacidad de trabajo y de conducción era superior al resto. Nunca conocimos alguien así.

El mundo se sorprende con los llamados telefónicos personales porque es el Papa. Nosotros recordamos cómo él llamaba por una consulta o si uno lo llamaba o le escribía por un tema determinado inmediatamente respondía con una esquela personal o el llamado inmediato. Era difícil que pasara más de un día sin tener una respuesta directa y personal.

Desde el comienzo explicó al mundo que quería una Iglesia que caminara buscando nuevas maneras de evangelizar y su inicial llamado a los cardenales, a horas de ser electo, fue un primer signo. Se ha comprometido y está ocupado en que la Iglesia sea ese “hospital de campaña” que pueda recibir a todos sin distinciones, pero sobre todo que sea “una Iglesia pobre para los más pobres”.

El Papa Francisco es un hombre que ha optado por una comunicación directa y sencilla. Sus gestos, sus palabras, sus enseñanzas, sus viajes, demuestran qué pretende de cada uno, en lo personal y en lo comunitario, pues explica que prefiere una Iglesia lastimada que una Iglesia adormecida.

 

Siempre futbolero, sencillo y directo

Siempre lo conocimos futbolero e incontables veces hablamos de ello. Disfrutaba los tiempos en que podía ir a la tribuna a ver a su querido San Lorenzo de Almagro, el club fundado por el salesiano Padre Lorenzo Massa, y extrañaba no ir en el último tiempo, pero siempre lo seguía y escuchaba por radio los partidos de su equipo.

Junto al padre Jorge durante un encuentro que tuvo en el 2001.
Junto al padre Jorge durante un encuentro que tuvo en el 2001.

Desde esa mirada deportiva y futbolera está empeñado en ayudar a generar el encuentro educativo y la inclusión social desde el deporte. Como decía hace poco: “Jesús nos pide que le sigamos toda la vida, nos pide que seamos sus discípulos, que ‘juguemos en su equipo’. ¿Qué hace un jugador cuando se le llama para formar parte de un equipo? Tiene que entrenarse y entrenarse mucho. Así es nuestra vida de discípulos del Señor. Estos son los entrenamientos para seguir a Jesús: la oración, los sacramentos y la ayuda a los demás, el servicio a los demás”.

Todos entienden rápidamente el mensaje, los signos, las miradas. Francisco comenzó su Pontificado habiendo enamorado al mundo que parece que lo conociera desde siempre, pero también a los medios de comunicación que fueron tan duros, injustamente, con su predecesor Benedicto XVI,y que se enamoraron de la humildad del nuevo Papa.

Francisco desde su sencillez adquiere una comunicación directa y muestra en cada aparición, en cada catequesis, en cada gesto, que vivir el Evangelio, en este tiempo, es ser capaces de sentir que la humildad es la llave del Reino de los Cielos.

Este Francisco, sencillo y directo, es el mismo que ingresaba en un barrio marginal y se detenía en una casa humilde para compartir un mate, como si fuera un simple sacerdote y no el Arzobispo. Es el mismo que se preocupaba siempre por escuchar a todos pero que especialmente disponía su corazón para entender y acompañar a quienes más sufren. También es el mismo que dice lo que su corazón cree que debe decirse y que así como en Buenos Aires prefería viajar en subte o colectivo ahora prefiere estar en contacto directo con la gente de múltiples maneras.

En el 2003 con el entonces cardenal Bergoglio en la Plaza de San Pedro.
En el 2003 con el entonces cardenal Bergoglio en la Plaza de San Pedro.

Para quienes tenemos fe sabemos que Francisco es auténticamente un regalo de Dios para este tiempo. Quienes lo conocemos sabemos que, incansablemente, conducirá la Barca de Pedro con “guantes de seda y puño de hierro”, pero también que estará siempre atento a escuchar y acompañar a quien lo necesite. Sabemos que los más sencillos siempre encontrarán en él una frase o un gesto que los reconfortará y guiará. Estamos casi seguros que su Pontificado seguirá siendo guiado por los signos cotidianos.  Sus formidables catequesis, fruto de su notable formación jesuita, serán un magisterio nuevo para iluminar este momento de la Iglesia y de la humanidad.

Por eso hoy, los argentinos y el mundo, agradecemos a Dios por el regalo de este Papa, el primer americano que tiene esta responsabilidad.

Lo recibimos con alegría de nuevo en nuestros países sudamericanos, y desde el fondo de nuestro corazón le decimos cada día: Francisco, rezamos por ti.

 

 Por: Tito Garabal
Periodista y escritor

 

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