Compartir:

¿También a ti te ha costado superar la infidelidad…? Te contaré como lo hice yo para perdonar y avanzar.

Todos hemos asumido tareas y compromisos en nuestras vidas y nos hemos enfrentado al reto de ser constantes en eso que empezamos. La perseverancia en el tiempo, cumpliendo nuestras tareas y obligaciones, siguiendo nuestros afectos y compromisos, es lo que conocemos comúnmente con el nombre de: fidelidad. Pero, ¿cómo superar una infidelidad cuando ocurre?

 

 

La vida requiere compromiso

Desde que éramos pequeños, nos enseñaron que era necesario ser comprometidos en nuestros deberes, tanto en nuestros estudios como en las tareas que asumimos en nuestros hogares, y en esa medida fue que aprendimos a movernos en la vida: haciéndonos cargo de aquello que nos corresponde.

En ese sentido, descubrimos que cuando nos hacemos cargo de aquello que nos corresponde, la vida avanza, tal vez no siempre como quisiéramos, pero avanza. Y eso nos da seguridad, porque vemos que lo que se requiere para que estemos bien, lo podemos gestionar y así sentirnos plenos.

El compromiso también se vive con las personas

Cuando se trata de cualquier espacio donde tratamos con otras personas, siempre necesitaremos comprometernos a algo para estar bien, y de hecho, cuando no lo hacemos así, las tareas no avanzan como se esperaría que lo hicieran. Sin embargo, cuando fallamos a ese compromiso, cuando no nos queremos encargar de aquello que libremente dijimos que nos queríamos encargar, sufrimos (y mucho).

Cuando somos infieles con nuestra pareja, con nosotros mismos o incluso con Dios, es inevitable que quede una sensación de ruptura en el medio, pues somos seres con conciencia.

Es esa voz interior donde tantas veces resuene lo que necesitamos, queremos o buscamos hacer, y nosotros elegimos qué hacer con esa voz que suena en nuestro interior.

 

 

Superar una infidelidad: ¿cómo avanzar después de experimentarla?

No resulta fácil seguir el camino cuando alguien ha sido infiel con nosotros, o cuando nosotros sabemos que hemos sido infieles. Sin embargo, necesitamos seguir adelante, pero ¿cómo hacerlo? Dios siempre está presente, esa es una certeza que nos da la fe.

Sabemos que todo lo dispone Dios para el bien nuestro (Rom 8,28) y, si bien muchas veces escapará de nuestras posibilidades la comprensión total de las situaciones, el Espíritu Santo nos capacita para asumir al menos lo que es necesario para que podamos seguir avanzando en nuestra vida de fe y en nuestra vida cotidiana.

Por eso, siempre en una actitud de apertura es importante, aunque estemos dolidos y tristes por lo vivido, podernos preguntar: Esto, ¿qué me muestra de mí? ¿De mi realidad? ¿Cómo conecta con mi historia? ¿Qué me muestra de la realidad del otro?

Nuestros actos de infidelidad a Dios, a nuestras parejas, familia o nosotros mismos ya nos hablan del estado de nuestro corazón y de las heridas que puede haber en el fondo. Es importante no olvidar que detrás de toda infidelidad, sea cual sea, hay una necesidad de reconciliar heridas personales.

Por eso, superar una infidelidad no se trata de dejar que el «tiempo» sane, el tiempo no tiene facultades para sanar. El corazón humano sana cuando tiene una experiencia con la gracia de Dios, cuando tiene un encuentro de amor con Dios, que nos conoce y nos ama, y es el único que nos muestra en el fondo quiénes somos, qué heridas tenemos y nos restaura en su amor.

Poner los medios adecuados para superar una infidelidad

Muchas veces nos cuesta superar una infidelidad porque no ponemos los medios adecuados para hacerlo, o creemos que es algo que no debemos atender y es mejor dejar el tema así.

Dios no quiere regalar una vida abundante en todos los sentidos: afectivos, espirituales, de salud, etc. Por eso, si lo que experimentamos no nos refleja esa promesa de amor de Dios, es importante hacer una pausa y, mirando a Dios, pedirle que restaure nuestro corazón.

Saber pedir ayuda a un director espiritual o un psicólogo en el momento adecuado puede ser una buena forma de aprender a avanzar en este proceso.

 

 

Escrito por: Gary Siuffi e Isabela Cañas, Psicólogos, vía Catholic-Link.

 

Compartir: