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Seguramente, hemos escuchado de nuestras madres o abuelas que cada vez se matricula más temprano a los niños en el colegio, “que en su época no era así”, “que lo que un niño necesita es estar en su casa con su mamá”, etc. Todo eso es verdad.

Antes las familias eran numerosas; abuelos, primos y tíos vivían cerca; la mamá no trabajaba, los niños jugaban al aire libre, podían desarrollar su creatividad en casa y, efectivamente, no había necesidad de que un niño vaya al colegio, sino cuando necesitaba aprender a leer y escribir.

Permite desarrollar en el niño valores y hábitos sin la presión de la calificación que tendrá más adelante.

Hoy, la realidad es otra. Las familias tienen pocos hijos y cada vez más espaciados; la mamá, y muchas veces la abuela, trabajan fuera del hogar. Las casas tienen patios más pequeños, las calles no son seguras para salir a jugar y la televisión ha poblado cada espacio de nuestra vida.

Ante esto, desde hace muchos años, las familias han buscado espacios sociales, comunes donde sus hijos puedan recibir en forma estructurada la estimulación, el cariño y el cuidado que complemente lo que se hace en el hogar.

Primero surgieron las guarderías, espacios de cuidado y control. Luego, se fueron popularizando los jardines, espacios más estructurados y muy familiares. Pero hoy, ya encontramos verdaderos colegios para niños de 1 a 5 años, en donde se estimulan y desarrollan sus potencialidades, sin descuidar el soporte emocional que es vital en esta etapa.

La educación inicial es la oportunidad perfecta para desarrollar en el niño valores y hábitos, sin la presión de la calificación que tendrá más adelante, pero dentro de un ambiente reglamentado y guiado por expertos. Entre los 2 y 5 años de edad, es el momento de oro para estimular sus habilidades y destrezas que luego serán base para los aprendizajes formales y determinarán su éxito en la vida escolar.

Para lograr esto, esta educación apuesta por manejar grupos pequeños por cada salón. Normalmente se tiene dos profesoras o “tías” en el aula, una para guiar el proceso de la clase y otra para atender las necesidades específicas de cada niño. La clase se ambienta con rincones, espacios dentro del mismo salón donde se hacen cada día actividades diferentes; además de dotar todo el proceso de material concreto, práctico, colorido y funcional que refuerce todos los aprendizajes.

El personal que se dedica a esta noble tarea de educar a los más pequeños merece también una mención. Más allá de una sólida formación y una continua actualización sobre los últimos aportes de las neurociencias, las maestras de preescolar deben ser las “mamás” de sus estudiantes dentro del aula, brindándoles la seguridad y la confianza que le permita al niño adaptarse sin problemas a esta nueva experiencia en su vida.

Gracias a la existencia de estos maravillosos profesionales y a la proliferación de ofertas serias para la educación inicial –a pesar de que la Ley de Educación (LOEI) determina la obligatoriedad de la educación desde Primero de Básica (5 años)– en nuestro medio está estandarizado que la educación formal empieza desde los 3 años (Inicial 1, antes Prekinder) y cada vez son más los padres de familia que se animan a brindar esta oportunidad educativa a sus niños desde Maternal o Pre-Maternal (1-2 años).



Por: Inés Cobo de Gilbert

Psicóloga

Directora Ejecutiva

Sir Thomas More

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